Pornografía
En tiempos de la última dictadura, no conformes con desaparecer a miles de compatriotas, robar niños y destruir el país a mansalva, los genocidas también se prodigaban diversión barata. Como aquella recordada foto tras un show en Bahía Blanca, entre un puñado de actores tilingos y vedettes de turno, como Noemí Alan, Adriana Brodsky y Rolo Puente, entre otros, en la que se los veía gozosos, abrazados al torturador Jorge Acosta, y por si fuera poco, con la gorra del marino de la ESMA sobre la cabeza de una de esas mujeres. Pasó a la historia como un acto entre pornográfico y perverso. Aquel capitán, jefe del temible grupo de Tareas 3.3.2, era quien les contaba a sus víctimas, encapuchadas y engrilladas, que “Jesusito” le indicaba quién debía morir y quién no.
Hoy toda la Argentina está enterada del “festejo” findeañero ocurrido en la Secretaría de Derechos Humanos, ubicada dentro del predio de lo que fue el mayor campo de concentración y exterminio de nuestro país. Las imágenes y los videos subidos a las redes son insoportablemente ofensivos. Verlos, provoca un profundo rechazo y un deseo irrefrenable de vomitar. Nos remite a cuatro décadas atrás, cuando fuimos hundidos en la noche más horrenda de toda nuestra historia. Ahora, sabiendo cómo este Gobierno trata la problemática de los “derechos humanos” con tanta liviandad y desdén, descreyendo hasta del terrorismo de Estado, observar a sus empleadas danzar impunemente sobre las mesas de las oficinas de este espacio de Memoria, es revivir aquellas escenas pornográficas junto al Tigre Acosta. Solo que esta vez sin la gorrita